Hay algo mágico en el olor de la madera recién cortada. Basta con acercarse a un aserradero o recibir un mueble nuevo para que ese aroma nos transporte: unos lo asocian con la naturaleza, otros con el hogar, e incluso hay quienes dicen que es un olor “terapéutico”. Pero… ¿alguna vez te has preguntado por qué huele así y cuál madera huele mejor?
La madera guarda aceites naturales, resinas y compuestos orgánicos que, al ser liberados con el corte, desprenden esos olores tan característicos. No todas las especies huelen igual, porque su composición química cambia. Por ejemplo:
El cedro es famoso por su fragancia fresca e intensa, casi como un perfume natural. Por eso se usa en cofres y armarios: ahuyenta insectos y deja un aroma agradable.
El pino tiene un olor resinoso, fresco y campestre, que muchos asocian con bosques de montaña y Navidad.
El roble ofrece un aroma más sutil y terroso, elegante, ideal para barricas de vino, que además transfieren parte de su esencia a la bebida.
El nogal desprende un perfume discreto, cálido, que muchos describen como acogedor.
¿Y cuál huele “mejor”?
La respuesta es subjetiva: depende de tu nariz y de tus recuerdos. Para algunos, nada supera el olor fuerte y “limpio” del pino; otros prefieren el toque exótico y envolvente del cedro. Lo interesante es que cada aroma cuenta una historia: evoca paisajes, climas y tradiciones distintas.
Un aroma que se queda contigo
El olor de la madera no solo es un capricho de la naturaleza: tiene usos prácticos. Desde perfumería hasta aromaterapia, pasando por la fabricación de vinos y licores, los aromas de la madera acompañan al ser humano desde hace siglos. Y aunque cada especie es única, todas comparten un mismo regalo: recordarnos que la naturaleza también habla… a través del olfato.